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Artículo LA OPINIÓN


El artista valenciano recicla piezas de montajes y exposiciones pasadas para construir en el Centro Párraga de Murcia un nuevo escenario con el que repasa sus 23 años como creador de espacios para teatro y ópera

Pese a que lleva 23 años firmando escenarios para todo tipo de representaciones –teatro, ópera, música...–, Ángel Haro no se reconoce a sí mismo como escenógrafo. «Lo que ocurre es que hace tiempo que superé aquello de ser artista de un solo lenguaje», apunta el polifacético artista valenciano, residente en Murcia desde hace décadas. «Cada proyecto lo acometo de una manera diferente dependiendo de qué es lo que quiero contar, y los mecanismos de construcción escénica me permiten utilizar un lenguaje u otro: pintura, escultura...», explica el veterano pintor, que actualmente comparte las paredes del Mubam con Manuel Barnuevo, Manolo Belzunce, Paco García Silva y Marcos Salvador Romera en Un encuentro a cinco. Sin embargo, esta muestra –plenamente pictórica–, de la que ya se habló largo y tendido en esta plaza, no es la motivadora de estas líneas. Y es que Haro es un autor feroz, activo, y desde el pasado viernes protagoniza una nueva exposición en el Centro Párraga de Murcia en la que se incide precisamente en esa faceta suya de constructor de escenarios: Zona intermitente.

El objetivo de Sergio Porlán, director e este espacio y principal instigador de la muestra; de la comisaria Julieta de Haro, y del propio artista era ofrecer al visitante una visión sobre su obra escénica y los procesos creativos del valenciano en estos últimos veintitrés años. Sin embargo, Zona intermitente dista mucho de ser una retrospectiva al uso: «No es una muestra didáctica sobre mi trabajo, eso desde luego», apunta el maestro. Formalmente, este proyecto se articula como una instalación de carácter multidisciplinar –creada específicamente para los espacios 2 y 3 del Párraga– con la que el autor propone al visitante un recorrido a través de «piezas emblemáticas» de su trayectoria que alguna vez formaron parte de una de sus escenografías y que ahora, rescatadas, dialogan entre sí por primera vez en un mismo espacio «ofreciendo nuevos significados». Hablamos de piezas realizadas para el montaje de Equus (2014), de la compañía Ferroviaria; de su más reciente aportación a la interpretación que hizo la Sinfónica regional de Carmina Burana (2019) el pasado verano, u obras sacadas de su exposición Ecos de Cíclope (2011) en el interior de la Mina Agrupa Vicenta de La Unión, «piezas que ya han sido vistas, que proceden de diferentes épocas y de diferentes lugares, que tratan diferentes temáticas, pero que ahora se encuentran en esta muestra», apunta Haro.

No obstante, el artista insiste en la idea de «diálogo» entre las partes, con lo que ello conlleva. Porque Zona intermitente –volvemos a repetirlo– no es simplemente una exposición con lo mejor de su repertorio; y, como ocurre con las personas, no por enfrentar dos obras, sean las que sean, te aseguras un entendimiento y reconocimiento mutuo. Así, tras 23 años de producción, Haro reconoce que no ha sido fácil «elegir», al menos, para la comisaria de la muestra, que –reconoce el creador– fue quien tuvo siempre la última palabra. «Yo me limité a presentarle lo que tenía, a estar con ella [Julieta de Haro] durante todo el proceso, pero es verdad que no fue sencillo... Además, también había un imperativo: el espacio. Tuvimos que priorizar, ver qué podía y qué no podía entrar y encontrar la forma de ubicar las piezas sin que hubiera cacofonías. Piensa que hay temáticas y formatos muy distintos –hay vídeo, pintura, escultura...–, y cuando trabajas con procesos tan distintos, en la práctica es casi como si se tratara de una colectiva», explica el artista, que desvela que había obras que un momento determinado fueron principales, pero que, por no entrar en dialogo, terminaron por quedarse en el estudio. «No había manera de ubicarlas y hubo que desecharlas, porque para nosotros lo más importante era que el espectador hiciera el recorrido y entendiera la relación entre las piezas. El videomural que hice para El pintor de batallas, por ejemplo, se ha quedado fuera porque no jugaba bien con las otras proyecciones. En este tipo de proyectos siempre hay que hacer sacrificios», asegura el valenciano, que también aporta al visitante sus libretas, con anotaciones y bocetos que ayudan a entender el desarrollo de las piezas.

Y el resultado global de la muestra es un nuevo montaje con la firma de Haro en la que el espectador es parte indispensable de la obra. «Cuando tú haces una escena, la haces para que un personaje desarrolle allí su acción, y dejas el espacio emocional suficiente para que se mueva por el escenario con libertad. Esta instalación es también un poco eso: un espacio en el que el visitante es el protagonista de esta escena», explica el artista, que sigue evitando referirse a sí mismo como 'escenógrafo'. «Es que no lo soy. Simplemente soy un artista plástico con un vínculo fuerte con el mundo escénico. Cuando recibo un encargo de este tipo, procuro que tenga que ver con el texto, pero siempre introduzco una factura artística personal; no soy un constructor de escenarios, intento crear la atmósfera necesaria para el desarrollo de la obra, sí, pero acudo a esta tarea como artista, y si considero que para hacer mi trabajo tengo que usar la pintura, la uso, y si tengo que usar la animación, pues eso haré», insiste. De hecho, el título de la exposición, Zona intermitente, va por ahí: «Aludo a que es un espacio en el que entro y salgo puntualmente, generando una intermitencia».

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