ÁNGEL HARO
Ncomati (2010)
En marzo de 2007, Angel Haro viajó hasta Marracuene, una pequeña localidad al sur de Mozambique que vive del tráfico del río Ncomati. Aunque la costa del Índico, donde abunda la pesca, se encuentra a escasos kilómetros, tanto personas como vehículos y animales deben usar el “batalao” (un precario transbordador de gasoil), si quieren cruzar a la otra orilla y alcanzar el océano. En ese punto exacto, donde las horas pasan a la espera de las idas y venidas del ingenio a motor, es donde se concentra la mayor actividad del pueblo. Tanto los que embarcan como los que se quedan y observan, forman un bullicioso enjambre que se disipa una vez alejado el transbordador. El latir del viejo motor y el murmullo del río son la banda sonora de tanto movimiento.
Esta es una colección de secuencias que Angel Haro ha construido a través de las fotografías tomadas durante aquellos días La colección se articula a través de imágenes del río y otras de personajes cuya vida está íntimamente ligada a ese lugar. Sus hábitos, sus sueños y sus texturas junto al retrato de cada uno, más un pequeño texto manuscrito, sirven al autor para construir un poema visual que nos permite asomarnos a la “manera de vivir” de estos personajes.
LLUEVE SOBRE NCOMATI
Mil ojos de cocodrilo asoman sobre Ncomati. Los lirios de agua bajan dispersos buscando la sal del Índico en una lenta ceremonia hacia su agonía.
INCOMATI AMANECE
Amanece de plata sobre el agua lenta del Ncomati. A las siete, el motor del “Batalao” silencia el trino del pájaro de la mañana. El día empieza en Marracuene.
SERGIO
Sergio es hijo único y eso es extraño en África. Desde que se rompieron el trampolín del río y el tobogán busca algo con lo que fabricar un coche de juguete.
ROSARIO
Rosario posa entre el humo. Rosario adora los espejos y que la fotografíen. A pesar de todo, él es la mas elegante de las mujeres de la aldea.
REGINA
Regina duerme su cansancio sobre el poste de la puerta. En el interior la faena ya ha acabado.
FRANCHESCO & TEO
Franchesco y Teo bajan cada atardecer a ver los lirios de agua que forman un tapiz en la orilla del río. Hay en su adolescencia algo sofisticado y brutal a la vez.
JOAO CARLOS
Joao Carlos se impregna con el humo de las piras cada atardecer a la salida del colegio. Sólo así conseguirá alejar de él al mosquito de la malaria.
ERNESTO
Ernesto ha construido una choza de caña sobre la tierra de la orilla. Ahora sólo espera que el rio le traiga una mujer que ocupe la casa y su vida.
DANIELLA
Daniella coge cada mañana temprano el “batalao” para cruzar a Macaneta y regresar por la tarde. Su grave aire de princesa africana esconde celosamente el misterio de este trasiego.
AGOSTINHO
Agostinho vende semillas y cerveza en su pequeño mostrador. Con impecable felicitad, convierte en inocentes las marcas comerciales con las que adorna su vida.